Sunday, March 05, 2006

 

Sobre el conflicto vasco (about the bask conflict)

Redacción acerca del conflicto Vasco.

A la hora de analizar los orígenes del conflicto vasco, la gran mayoría de expertos en la materia sólo apuntan a factores históricos como causantes directos de la situación actual del país vasco y, derivados de estos factores históricos, apuntan también a sub-factores sociológicos, religiosos, económicos e ideológicos.

No obstante, me atrevo a señalar que aun existe otro factor más relevante que precede “cronológicamente” al histórico, por decirlo de alguna manera prosaica, ya que de no haberse dado, el histórico y sus derivados jamás se habrían desarrollado de la forma en que lo han hecho.

Este factor al que me refiero es el geográfico. Factor nada singular, pues ya ha sido también germen de conflictos de diversa índole en todas las latitudes terrestres (sirvan como ejemplo los Balcanes, Cachemira, Mindanao).

Y es que la geografía no son sólo cabos y golfos stricto sensu, pueden suponer también puertos donde descargar mercancías, guarecer tropas o abastecer guarniciones. Esta misma analogía la podemos establecer con valles de tierras ubérrimas que pueden nutrir a las huestes de un ejército, con cuencas fluviales por donde realizar navegación comercial y hasta con montañas y collados desde donde poder divisar al enemigo. Brevemente concluimos que detrás de cada accidente geográfico, se halla un filón virgen aun por explotar.

Y así pues reitero que sin duda la geografía ha sido un factor que ha jugado un papel crucial en el devenir histórico y social del país vasco.

Así por ejemplo, a causa de su escarpada geografía, de sus difíciles accesos por vía terrestres, no hubo apenas influjos de romanización ni de arabización en este territorio.

Este hecho verídico ha marcado no obstante un gran tendencia entre los nacionalistas vascos hacia el mito, orientándolo hacia una supuesta “indocilidad” de los habitantes de esta tierra indómita, casi estableciendo paralelismos con la historia del cómic de “Asterix y Obelix”.

La historia demuestra, sin embargo, que si ni romanos ni árabes intentaron conquistar el País Vasco y dominar a sus gentes fue básicamente porque carecía aquel territorio de cualquier importancia económica y geoestratégica.

Como resultado de dicha incomunicación con el resto de la península y del mundo, se mantuvieron en esta tierra una serie de usos, costumbres y normas consuetudinarias muy particulares que los diferencian del resto.

Se desarrolla asimismo en el país vasco una mitología pagana parecida a la de los celtas, con seres semi-divinos que habitan los bosques del pirineo.

Todavía más importante en el desarrollo del sentimiento como pueblo de los vascos es la pervivencia de su lengua originaria, el Euskera, de origen “no-indoeuropeo” que lleva a barajar según muchos filólogos la posibilidad de que los vascos sean descendientes directos de los íberos, aquellos pobladores autóctonos de la península ibérica, que según esta teoría, se vieron hostigados por griegos, fenicios y romanos a ocupar los territorios más inhóspitos y de difícil acceso de la península. Algo en cierta medida parecido a lo que los colonos americanos hicieran en su día con los nativos de Norteamérica.

La evolución histórica ha llevado a que el País Vasco que conocemos hoy día no se corresponda geográficamente hablando al país vasco que hemos mencionado hasta ahora.

Así por ejemplo, la provincia de Álava pertenece actualmente al País Vasco, teniendo esta provincia sin embargo muchos más vínculos con la Rioja y Castilla. En Álava por ejemplo, el habla del euskera es cuasi nulo y los ritos y costumbres típicos del País Vasco tienen aquí poca difusión si no fuera por los ingentes esfuerzos del gobierno nacionalista vasco de inculcar este sentimiento en la provincia.

No en vano, la orografía del terreno alavés pertenece a la meseta castellana, habiendo este hecho facilitado mucho más el contacto de esta provincia con el resto de España. Es además la climatología de Álava mucho más similar a la de Burgos o Logroño que a la de San Sebastián o Bilbao, con inviernos y veranos más secos y extremos.

Nunca gozó la diversidad cultural vasca de ningún tipo de privilegio ni estatuto de protección más allá que los fueros que el rey de turno otorgase.

Por eso los Vascos han debido ellos mismos defender su modo de vida y cultura frente a la evolución histórica que la nación española les marcaba.

No se puede decir no obstante, que estos valores hayan sido siempre positivos. Por ejemplo, en el País Vasco y Navarra tuvo mucho arraigo popular el Carlismo. Movimiento de muy difícil definición, pero claramente más tradicionalista y conservador que el resto. Una especie de pulso entre los que querían anclarse en un pasado de privilegios, foralidades, abolengos y raigambres y los que buscaban ansiosamente la instauración de una vez por todas de un Estado Liberal de Derecho.

Pero que no nos haga pensar este hecho puntual que los Vascos eran de mentalidad retrógrada sino que al contrario fue allí donde, junto a Cataluña, antes floreció una burguesía industrial emprendedora. Y éste es un hecho que aun marca diferencias hoy con otras muchas comunidades autónomas como Castilla León, Castilla la Mancha y Extremadura, regiones donde hasta hace bien poco, apenas ha habido tradición industrial debido a una carencia garrafal de emprendedores.

Así como el siglo XVIII fue el siglo de la luces, en Europa el siglo XIX fue el siglo de los Nacionalismos, y el País Vasco contaba con todos los ingredientes y aditivos para que en su seno germinase. Sólo faltaba un iluminado, un ideólogo que plasmase por escrito y en forma de arenga las aspiraciones nacionalistas del pueblo vasco. Y no hay mejor recursos para desatar pasiones entre un colectivo, que enfrentarlo directamente con otro al que se demoniza y tacha de invasor además de racialmente inferior. Y es exactamente lo que hizo Sabino Arana, padre del nacionalismo vasco, arrojando la manzana de la discordia entre “vizcaínos de toda la vida” y “españolitos maquetos” recién llegados, igual que Hitler en su mítico libro “Mein Kampf”.

El nacionalismo pasó a ser desde entonces el movimiento ideológico con más envergadura en el País Vasco.

Llegó a ver satisfechas parte de sus aspiraciones autonomistas durante la segunda república, cuando se aprobó su primer estatuto de autonomía y se constituyó su primer gobierno, presidido por el nacionalista José Antonio Aguirre y Lekube.

Durante el franquismo, el nacionalismo fue aplastado y reprimido con gran dureza, resurgiendo de sus cenizas con todavía más virulencia a mediados de los 50, época en la que ocurre el peor acontecimiento en la historia contemporánea del País Vasco, la fundación de Euskadi (e)ta Askatasuna “ Euskadi y Libertad”.

En sus orígenes, este movimiento fue creado por un grupo de radicales izquierdistas del PNV, quienes, viendo que no llegaban a nada por la vía pacífica, decidieron levantarse en armas.

Es un período, éste, en el que rencor sigue creciendo. Por un lado, el vasco que entiende que sus cultura y costumbres han sido masacradas por un estado español invasor al que hay que repudiar y combatir por todos los medios; por otro lado, el vasco que entiende que ante todo, hay que colaborar por el progreso y desarrollo del país. Ahí ya se produce una brecha que divide incluso a padres y a hijos. A esa ya de por sí complicada estampa social, se añadirá un flujo enorme de españoles procedentes de las regiones más deprimidas del sur en búsqueda de trabajo en el sector industrial tan consolidado de las rías del Nervión y el Bidasoa. Ésta nueva población es en su mayoría analfabeta, con muchos hijos y sin apenas recursos. El vasco medio tiene la sensación de que su ya poco difundida cultura va a ser totalmente fagocitada por esta vorágine inmigratoria y rechaza socialmente a los recién llegados.

Éste es un fenómeno que para nada envilece al vasco, pues esa misma reacción ante la inmigración se experimenta en todos los rincones del planeta.

Con la llegada de la democracia, nuevos aires de libertad llegan al País Vasco y al resto de España. Se elabora el estatuto de autonomía de Guernica, por el que se concede al País Vasco uno de los grados de autogobierno más avanzados del mundo. Y en 1980, se elige democráticamente por segunda vez en la historia a un lehendakari de todos los vascos, saliendo electo el nacionalista moderado Carlos Garaicoechea.

Aquí podría haberse terminado el conflicto, si no fuera porque, y no cabe culpar a otro ente más que a ETA y a su entramado adyacente, han seguido sembrando el terror entre quienes no comparten sus ideas e incluso entre quienes aun compartiéndolas, no apoyan los medios violentos y coercitivos que utilizan.

Por su parte, el gobierno vasco también ha contribuido a avivar las cenizas del rencor, tergiversando la enseñanza de asignaturas como historia y creando escuelas de auténtico adoctrinamiento nacionalista “Ikastolas”.

Su política lingüística ha sido además la de imponer casi por la fuerza el aprendizaje único del euskera, relegando al castellano a lengua de uso callejero. En esta política de implantación del euskera, ha habido mayores perdedores que el Castellano, lengua a la que por mucho que desprecien los organismos gubernamentales, cuenta con el soporte material de ser el vehículo de comunicación entre cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Los mayores perdedores de esta “homogeneización” lingüística llevada a cabo por los más acérrimos defensores de la pluralidad, han sido los dialectos del euskera hablados en Vizcaya y otros valles del interior; éstos sí que han sido fagocitados, pero no por la vorágine inmigratoria sino por los propios nacionalistas de nuevo cuño.

¡Qué contradicción la que se vive en los pueblos del interior de Vizcaya! Municipios donde la lengua común siempre fue el vizcaíno y cuyos hijos ahora se ven obligados a aprender una especie de Coiné paneuskaldún, consecuencia de lo cual, atendemos impertérritos al aniquilamiento de la riqueza lingüística de esta tierra, a manos de sus supuestos defensores.

Ni siquiera en esto se diferencia el País Vasco de otras regiones con conflictos similares. Es siempre lo mismo, un puñado de iluminados radicales que con su ceguera y fanatismo doctrinario acaban sin darse cuenta exterminando o perjudicando elementos esenciales de aquello que en teoría les motiva a seguir luchando. Y todos sabemos de sobra lo difícil que es ir contracorriente, sobre todo en una sociedad que ha sido lobotomizada por un nacionalismo insaciable e irracional…


Comments:
Hola Félix

He leído con interés tu artículo titulado "Sobre el conflicto vasco". Creo necesario exponer mi punto de vista, ya que vivo en Hernani y conozco la situación de primera mano.

Dices, en un momento, que

"El vasco medio tiene la sensación de que su ya poco difundida cultura va a ser totalmente fagocitada por esta vorágine inmigratoria y rechaza socialmente a los recién llegados."

En la década de los sesenta el flujo migratorio proveniente principalmente de Cáceres y Badajoz tuvo una gran acogida. Se ganaron a pulso la fama de trabajadores y la mayoría se han adaptado a nuestra vida perfectamente. Casi la todas las familias mandaron a sus hijos a ikastolas ("de auténtico adoctrinamiento nacionalista??!!") y sus descendientes son hoy, por ejemplo, amigos muy cercanos.

Añades, más adelante, que "Aquí podría haberse terminado el conflicto, si no fuera porque, y no cabe culpar a otro ente más que a ETA y a su entramado adyacente, han seguido sembrando el terror entre quienes no comparten sus ideas e incluso entre quienes aun compartiéndolas, no apoyan los medios violentos y coercitivos que utilizan"

Me gustaría hacer una pequeña matización a este párrafo: la situación política a finales de los 70 y a principios de los ochenta era muy complicada. Es verdad que ETA mató más que nunca en ese tiempo, pero, por otra parte, no fue el único que sembró terror:
el terrorismo de estado (recordemos que Joseba Arregi murió torturado en 1981, GAL...) y los grupos ultraderechistas estaban también más presentes que nunca (por ejemplo, el BVE).

Estas afirmaciones siguientes, a mi parecer, son inaceptables: "imponer casi por la fuerza el aprendizaje único del euskera, relegando al castellano a lengua de uso callejero", "Castellano, lengua a la que por mucho que desprecien los organismos gubernamentales"...

Como vascoparlante, creo que esas afirmaciones sólamente pueden provenir de la ignorancia o de la mala información. Hasta el más PPro admitirá que el euskera sufre una situación diglósica.

Discrepo, por último de la "homogeneización" lingüística de la que hablas. Al hablar, todos los vizcaínos usan su dialecto, pero al escribir lo hacen en "batua". ¿O es que criticas que al andaluz se le escolarice como al madrileño en cuanto a la lengua española se refiere?

Gracias
 
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